LUNES 16/05: IBIZA-CABRERA (39º08,70´ N, 002º56,08´ E)

Salimos a la 04:30 de la mañana, con la idea de disfrutar de un baño en la Isla de Cabrera, aún con la luz del día.


Pasamos “los freuds”, bajo el resplandor de un impresionante luna, prácticamente llena, y el resto de la travesía, la podemos definir como “mucho motor y pocas nueces”. El anticiclón sigue haciendo de las suyas y Eolo debe de haber cogido unos días libres: Nada de viento.

La entrada en el puerto natural de Cabrera, sigue impresionado por muchas veces que se llegue a este parque nacional.

Trascurre el atardecer, amarrados a una boya, bañitos, sol, barbacoa y una copa a la luz de la luna.

1 comentario:

  1. Lunes 16 de marzo

    El despertador suena a las 4 de la mañana, pero a esa hora no me despiertan ni los GEOS echando a patadas la puerta del camarote. Como somos tres a bordo confío en que mis compañeros sean menos remolones que yo y sean ellos quienes levanten el fondeo. El haberte criado en una familia numerosa te convierte en un experto en la táctica mañanera de “a ver quien aguanta más y se levanta el último”. Oigo el ruido del fondeo, el motor al arrancar y sé que la batalla de hoy ya la tengo ganada (luego me tocará cocinar y fregar todos los cacharros para compensar). Subo a cubierta cuando hace ya un rato que hemos pasado los Freus. ¡Qué majos, si hasta me han dejado un par de tostadas! Aún es de noche, pero ya hay suficiente claridad para ver por donde vamos. Nos queda una buena tirada para llegar a Cabrera a fondear antes de que anochezca, y como dice Juan, “va a ser un día de mucho motor y pocas nueces”. No hay ni pizca de viento, y el único entretenimiento es ver como la costa de Ibiza desfila por babor, echarse la siesta, y el fenómeno curioso de miles de mini-medusas que flotan en medio del mar, como pompas de jabón transparentes.

    Metemos motor y a torrarse, sólo sacamos la mayor para que nos dé un poco de sombra.

    Al atardecer empieza a verse en el horizonte el perfil de Cabrera. Así de entrada no parece nada especial, sólo una isla desierta con un par de faros y poco más. Resulta que la sorpresa está dentro en forma de una bahía idílica en la que no están fondeados más de una docena de veleros, con mayoría de jubilados alemanes sonrientes que a esa hora ya están atacando la cena. La entrada a este puerto natural es impresionante, con el castillo en lo alto y las paredes de piedra que parecen murallas.

    Hemos reservado boya con antelación y en esta época del año hay para escoger. Nos vamos a una del fondo, junto a dos veleros clásicos de madera, de los que ya no se hacen. Cinco minutos después ya estamos en el agua, chapoteando entre los peces y con el agua tan clara que se ve el fondo a 7 metros.

    Dentro de la bahía, y aparte del castillo, sólo hay un par de casas aisladas, los barracones del destacamento militar que aún hay en la isla, un pequeño muelle con las oficinas del Parque Nacional, y lo más importante…la cantina. Cantina equivale a terracita + cervecita así que hinchamos la auxiliar y cruzamos la bahía para reponernos de un largo día de no-vela. Aún no le hemos tomado el puntillo a hinchar correctamente la auxiliar, y no naufragamos porque Dios no quiere y la mar está como un plato, porque un par de olitas hubieran bastado para mandarnos a pique.

    Ya es tarde para subir al castillo, y lo dejamos para mañana por la mañana. Preguntamos por alguna ruta en la isla y nos indican la única habilitada para hacer por libre. Son 11Km. hasta un faro en la otra punta de la isla. Nos dan un permiso y unos mapas. Los guardas del parque son algo así como la versión Coronel Tapioca de Indiana Jones, majetes y con una calma que para que te voy a contar. No, de estrés no se van a morir, seguro.

    De vuelta al barco, encendemos la barbacoa, damos buena cuenta de la cena y nos tomamos una copita tranquila, mientras contamos historietas que NO saldrán del barco. A esa hora, ya anocheciendo, los alemanes que nos rodean van ya por el tercer sueño.

    ResponderEliminar